El arma más importante de los revolucionarios es su determinación, su conciencia, su decisión para actuar, su individualidad. Las armas concretas son instrumentos que deberían estar continuamente sometidas a evaluación crítica. Es necesario desarrollar una crítica de las armas. La lucha armada no es algo que concierna sólo a las armas. No pueden representar, por sí mismas, la dimensión revolucionaria.
Alfredo Bonanno, El Gozo Armado.
Los defensores del orden existente y de la paz social siguen empeñados en desechar las expresiones de revuelta anárquica de nuestras tiendas aun en los tiempos que corren, donde la conflictualidad social está a punto de desbordar el rio. Los discursos fáciles, verdugos de la insurrección afloran por doquier. Faltos de perspectiva y carentes de una crítica propia no tienen más salida que reducir lo que no pueden controlar a una simple moda. Es verdad que en algunos momentos, algunas expresiones de la revuelta pueden reproducirse a sí mismos sin perspectiva alguna, solo por mera imitación o promovidos por el hartazgo de sobrevivir a este espectáculo mercantil que llaman vida; aun así bajo ciertos aspectos son positivos, no son en si la revolución que ellos plantean en sus rígidos esquemas, pero son momentos de ruptura que pueden derivan en una insurrección consiente de si misma, y que toman forma en el mismo proceso de insurrección.
A los pacificadores las palabras les faltan para explicar los porqués de sus rechazos, por el contrario, les sobra la verborrea. Lo que no está en sus filas ya no lo llaman provocación, sino que moda. Lo que rebasa sus discursos conformistas, pacificadores y cómodos es simplemente una moda. Lo que no huele a Federación, plataforma o alianza es simplemente una moda. Lo que critica inclusive la misma organización armada tradicional y en vez de ello propone salir a las calles a expresar la rabia incontenible de mil y una maneras, es simplemente una moda, o no tiene perspectiva alguna o “no va a funcionar” ya que parece ser que todo debe ser sometido a la competitividad militar. Quienes no se limitan a “atacar por las noches bajo la luz de la luna” y en vez buscan incidir desde su individualidad y a toda luz en el amplio pantano de la conflictualidad social emergente, simplemente están de moda. Quienes ven en la anarquía no una militancia rígida ni una ideología política, sino que por el contrario, en ella ven la alegría de vivir, simplemente están de moda, porque su anarquía parece demasiado infantil ante los ojos de la profesionalización intelectual de algunos cuantos.
Los pacificadores de la conflictualidad social e individual, amigos fieles del orden estatal ya no tienen creatividad para discutir con perspectiva las finalidades de la lucha anárquica, ni los métodos, ni los medios de los cuales los revolucionarios se sirven para hacer posibles sus deseos; en vez de ello todo brote de rebelión -aun con lo discutible que puedan ser- lo reducen a una moda. Si la juventud y la vejes conscientes de sí mismas sienten que ahora es el momento y todos se lanzan a la batalla, para ellos, para los falsos críticos de lo existente, la razón es que la revuelta colectiva o individual se ha vuelto una moda. Quienes se cubren el rostro para proteger de mínima manera su identidad ante la posible represión del Estado, pero también para evitar “personificar” la revuelta, entonces están de moda. Inclusive para ellos ser preso “político” se ha puesto de moda, en vez de ser una consecuencia casi inevitable de la lucha contra el poder. La necesidad de ataque, de extender la conflictualidad social a un plano mucho mayor, de contribuir a una salida insurreccional es simplemente para ellos una moda. Moda quizás lo sea si su rigidez así lo desea, pero moda que en la práctica y en la teoría ha superado los límites de la “teoría tradicional anárquica”.
¿Entonces qué es lo que quieren?, ¿cuál es la revolución social por la cual tanto claman?
La insurrección no es perfecta, es un proceso doloroso y violento. La insurrección no es un camino de rosas así como tampoco es una expresión militar, sino que social. Los momentos insurreccionales -quienes grandes o pequeños, individuales o colectivos, han sido siempre múltiples antecesores de las grandes revoluciones-, pueden arribar tras una serie de modestas y constantes intervenciones y un permanente trabajo de los revolucionarios sobre el área, que en fusión con diversos “momentos clave” puede desbordar la rabia, y que es a lo que llamamos el método insurreccional; o bien, la insurrección puede tomarnos por sorpresa, pero en cualquier caso nunca será “preparada a priori”, simplemente estará presente y no nos garantiza nada seguro. Aun así, para nosotros es mejor actuar que solo hablar. Solamente para quienes en sus teorías se encuentra una rigidez y una “perfección” del método revolucionario los diversos brotes insurreccionales y las expresiones de revuelta individual o colectiva que se salgan de sus cánones pueden ser reducidos a una moda juvenil, además, según ellos, carente de sentido y perspectiva.
En los tiempos que corren la conflictualidad social esta candente y esta no puede ser sometida a las limitaciones y contradicciones que, en si mismas forman parte inseparable de toda organización armada o guerrillera, aun dígase “negra”. Por lo tanto tampoco a las de una organización de síntesis anarquista que busca simplemente ganar adeptos y sofocar cualquier brote de insurrección. Hay una extensa mecha que lleva a un polvorín y nadie puede canalizarla. La insurrección no tiene siglas ni representaciones espectaculares que llegan a formar parte del mercado de las organizaciones armadas, del contra-poder, llámense ERPI, EPR o TDR-EP y miles más. Para los anarquistas la insurrección colectiva es anónima porque en ella participan individuos mas no masas, así como tampoco participan organizaciones representativas de ninguna índole que buscan representar la rabia de los explotados, excluidos y autoexcluidos y acarrearla hacia sus laderas para así perpetuarse en la historia. Caer en esto es simplemente degenerar en la política de la representación y del éxito que son producto de la competitividad del sistema.
La guerra social esta en curso y es en ella que encontramos a nuestros afines, a los entes desencantados del supuesto bienestar social. Que más que simples indignados, son seres rabiosos hartos de ver la vida pasar ante sus ojos sin una mínima intervención de su parte.
Así que para los pacificadores de la insurrección es importante inyectar a tiempo el antídoto a la rabia, antes que este virus se propague y se vuelva en epidemia y pandemia.
Como los nuevos tigres de sutullena que son, pero fuera de contexto, buscan asesinar literaria y metafóricamente un cierto insurreccionalismo que creen conocer a la perfección. Sin un argumento propio basado en nuestra propia realidad y experiencia invocan a los viejos tigres españoles para explicar a sus “súbditos federados” los males de la lucha anárquica local que no se somete a sus limitaciones. Las falacias son su mejor arma y una moda anti “moda” es lo que simplemente se esta poniendo de moda.
La guerra social está presente, ella emerge de las entrañas del desencanto y del descontento social. Ella emerge también de la rabia desencadenada de individuos deseosos de libertad. Las afamadas condiciones están sobre la mesa. ¿Entonces qué es lo que esperamos? Vamos a la batalla, pero con los ojos bien abiertos. Desencadenemos nuestros deseos, nuestra destrucción creadora. Contribuyamos desde nuestra individualidad a que este conflicto se propague, que se rebasen las limitaciones de los pacificadores, a que rebase su moda anti-moda y a todo discurso moderado proveniente de quienes en el fondo no les interesa más que mantener el orden. Pero también que rebase toda reivindicación. La revolución es aquí y ahora.
Si bien, esto que es la rebelión y que para ellos no es más que una moda, para nosotros puede ser el principio de una experiencia absoluta de libertad y no nos conformamos con menos.
Algunos compañeros y compañeras anarquistas de la región Mexicana
Noviembre 2014
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