Contra la Organización:
No podemos concebir que lxs anarquistas establezcan puntos que sigan de forma sistemática como dogmas fijados. Porque, a pesar de que la uniformidad sobre las líneas generales respecto a tácticas a seguir sea algo asumido, estas tácticas pueden llevarse a cabo de cientos de formas diferentes, cada una de ellas con miles de particularidades.
Sin embargo, no queremos programas tácticos, y consecuentemente no queremos organización. Habiendo establecido el objetivo, el fin que debe ser alcanzado, dejaremos que cada anarquista sea libre de elegir los métodos que su sentido, educación, temperamento y su espíritu de lucha le sugieran. No creamos programas fijos, ni formamos grandes o pequeños partidos. Pero nos unimos espontáneamente, sin criterio permanente, en función de afinidades momentáneas para un propósito específico, y disolvemos esos grupos tan pronto como el propósito por el cual nos hemos asociado desaparece, y aparecen otros objetivos y necesidades por las cuales desarrollamos y buscamos nuevas colaboraciones, con gente que piense como nosotros en circunstancias concretas.
Cuando alguno de nosotrxs deja de preocuparse por la creación de movimientos ficticios de individuxs simpatizantes y débiles de conciencia, y se dedica a crear un fermento activo de ideas que nos haga pensar, oirá a menudo a sus amigxs, como golpes de látigo, decir que durante años han estado acostumbrados a otros métodos de lucha, que se te has convertido en un individualista, o en un teórico puro del anarquismo.
No es cierto que seamos individualistas, si entendemos esta palabra en términos de elementos aislados, eludiendo cualquier asociación dentro de la comunidad social y suponiendo que el individuo puede ser suficiente por si mismo. Pero apoyamos el desarrollo de iniciativas libres de individuxs, ¿dónde está el/la anarquista que no quiere ser culpable de este tipo de individualismo? Si un/a anarquista es aquel que aspira a la emancipación de todo tipo de moral y autoridad material, ¿cómo podría no estar de acuerdo con la afirmación de la propia individualidad, libre de obligaciones e influencias autoritarias externas, es absolutamente benigno, es la indicación más clara de la conciencia anarquista?
Ni tampoco somos teóricos puros del anarquismo porque creemos en la eficacia de la idea. ¿Cómo se deciden las acciones, sino a través del pensamiento? Ahora, producir y mantener un movimiento de ideas, es para nosotr@s, el método más efectivo de determinar el curso de las acciones anarquistas, tanto en la lucha práctica como en la lucha por la realización del ideal.
No nos oponemos a los organizadores. Pueden continuar, si quieren, con sus tácticas. Si, como yo creo, no puede traer nada realmente bueno, tampoco puede hacer un gran daño. Pero creo que se han retorcido lanzando sus gritos de alarma y discriminándonos al tacharnos tanto de salvajes como de soñadores teóricos.
Escrito por Giuseppe Ciancabilla.
Nota biografica:
Giuseppe Ciancabilla nació en 1872 en Roma y murió a la edad de 32 años en un hospital de San Francisco, California.
A la edad de 18 años, fue a Grecia para unirse a la batalla contra la opresión turca. Actuó como corresponsal para el periódico italiano de tendencia socialista Avanti!, pero en lugar de luchar junto a los voluntarios italianos se unió a un grupo de combatientes libertarios chipriotas quienes buscaban impulsar una insurrección popular a través de una guerra de guerrillas.
En octubre de 1897, se encontró con Malatesta a quien entrevistó para el periódico Avanti!. Este encuentro y la respuesta del líder del PSI (Partido Socialista Italiano) a la entrevista, hizo que Ciancabilla abandonara el partido y se declarara anarquista. Esta “Declaración” apareció en el periódico de Malatesta, L’Agitazione el 4 de noviembre de 1897.
La elección de haberse convertido en anarquista forzó a Ciacabila y a su compañera Ersilia Cavedagni, a volar a Italia. Tras un corto periodo en Suiza y Bruselas, Ciancabilla se trasladó a Francia donde colaboró con Jean Grave (1) en el periódico, Les Temps Nouveaux, sin embargo los editores se sintieron en la necesidad de señalar ocasionalmente sus diferencias con sus opiniones.
En 1898, cuando las autoridades italianas lo señalaron como un “anarquista peligroso”, Ciancabilla fue expulsado de Francia. Volvió a Suiza donde intentó unirse a refugiados italianos revolucionarios. Fue expulsado de Suiza por escribir el artículo “Un Golpe en las filas” en defensa de Luigi Luccheni (2) en el periódico anarcocomunista L’Agitatore que creó el mismo en Neuchatel.
Tras un corto periodo en Inglaterra, decidió trasladarse a Estados Unidos. Una vez en EEUU, fue invitado a Patterson, New Jersey, para dirigir un periódico anarquista llamado “La Question Sociale”. Sin embargo, debido a un cambio en sus ideas, rápidamente se encontró en conflicto con el grupo editorial del periódico, quienes apoyaban las ideas y los métodos organizativos de Malatesta. En agosto de 1899, Malatesta fue a EEUU y se le confió la dirección del periódico (La Questione Sociale).
Esto permitió a Ciancabilla y a otros colaboradores dejar la revista y crear el periódico L’Aurora en West Hoboken. Además de propagar las ideas anarquistas en L’Aurora, Ciancabilla se dedicaba a las traducciones de trabajos de Grave y Kropotkin. Su traducción al italiano de “La Conquista del Pan” de Kropotkin logró llegar a Italia a pesar de las dificultades legales.
El último periodo de la vida de Ciancabilla lo pasó entre Chicago y San Francisco donde editó el periódico, Protesta Umana, una revisión del pensamiento anarquista.
Ciancabilla fue siempre claro a cerca de su posición de anarquista-comunista, pero fue igual de explícito (como Galleani, otro anarquista italiano activo en los EEUU durante esa misma época) acerca de su crítica a las organizaciones formales y su apoyo hacia aquellos que realizaban acciones individuales contra los amos del mundo, personas tales como Michele Angiolillo (3), Gaetano Bresci (4) y Leon Czolgosz (5).
El 15 de septiembre de 1904, murió asistido por su compañera.
Notas:
(1) Anarquistas francés nacido en 1854, director del periódico “La Révolté” y seguidor de las ideas de Kropotkin.
(2) Anarquista italiano nacido en 1873, que hundió un estilete en el corazón de la emperatriz de Austria, provocando su muerte. Fue condenado a cadena perpetua y alojado en un calabozo subterráneo del Obispado cuyo único mobiliario era un saco lleno de paja. Cada quince días tenía derecho a dar un paseo. El sacerdote podía visitarle una vez por semana y la familia cuatro veces al año. Al cabo de doce años de sufrir este régimen penitenciario, Luccheni se ahorcó.
(3) Anarquista italiano nacido en 1871. Tipógrafo en Londres, fue condenado a 18 meses de cárcel por escritos subversivos. Asesinó a Cánovas del Castillo el 8 de agosto de 1897, disparándole cuatro tiros de revolver desde una distancia de tres metros, para vengar los procesos de Montjuïc. Cánovas cayó mortalmente herido por la primera bala. Fue ejecutado a garrote vil.
(4) Anarquista italiano que asesino a Humberto de Saboya, rey de Italia en Monza el 29 de julio de 1899. Condenado el 29 de agosto de 1900 a trabajos forzados en la prisión de Santo Stefano, en la isla Ventotene. Un año después fue encontrado muerto.
La motivación de Bresci para llevar a cabo este asesinato está relacionada con una política brutalmente represiva.
En 1898, los altos precios del pan condujeron a manifestaciones en toda Italia. En Milán, los manifestantes marcharon hacia el palacio, que estaba protegido por fuerzas militares bajo el mando del general Bava Beccaris.
Los manifestantes hicieron caso omiso de la orden de dispersarse, y el general dio la orden de disparar provocando una masacre.
El Rey Umberto felicitó a Beccaris, por su “valiente defensa de la casa real”, este hecho motivó la determinación de asesinar al Rey Humberto por parte de anarquistas emigrados en Estados Unidos.
(5) Anarquista polaco que asesinó al presidente mericano William McKinley en 1901. Para más información puede leerse el artículo “Recordando a nuestros caídos, recordando a Leon Czolgosz“