En el segundo numero de esta publicación se ha escrito ya sobre el papel de integradores en el sistema que tanto las ONG como diversos grupos de izquierda y reformistas juegan para pacificar sublevaciones y conflictos, asimilando diversas luchas y despojándolas de las características esenciales que en momentos han llegado a adquirir. Se a dicho que así mismo, el sistema mediante sus programas de bienestar ciudadano integra en sus filas a diversos grupos que le puedan representar a futuro un peligro para la paz social o la estabilidad del país. Junto con esas instituciones en este papel recuperador actúan, ya sea consciente o inconscientemente, diversos colectivos del área de izquierda.
A esto en su conjunto se le ha llamado “recuperación”. Cuando una lucha que tienda a radicalizarse es integrada en el sistema por parte de grupos de izquierda y ONG. O bien, cuando es el mismo Estado quien realiza esa labor por sus propios medios, recuperando estas luchas, poniéndolas bajo su control, vigilancia y manejo. Pero también cuando diversos grupos de izquierdistas buscan participar en luchas conflictuales proponiendo reformas y mediaciones con el Estado, volviendo vulnerables estas luchas al control del sistema.
Es evidente pero necesario, recalcar que los grupos de choque del Estado juegan un papel importante en este proceso de recuperación y/o asimilación tras los levantamientos o revueltas.
Para ampliar un poco más el tema en cuestión, dare mencion a un par de ejemplos en relación.
En México durante los brotes insurreccionales del 1 de Diciembre del 2012, cuando miles de personas salieron a las calles para protestar contra la toma de gobierno de Enrique Peña Nieto, los grupos de izquierda democrática, partidos políticos de izquierda, grupos antisistema (incluyendo a la FAM 1) y grupos de conocidos “integradores” y reformistas a ultranza como lo fue una buena parte del movimiento “Yo soy #132”2, salieron a las calles también para protestar pero siempre bajo la consigna -algunos de manera indirecta- de apagar cualquier brote insurreccional, gestionar la revuelta ellos mismos y acarrear agua para su molino.
Para su desgracia en ese momento los disturbios tomaron forma de revuelta, el ataque a los símbolos del poder y la auto-organización se comenzaron a propagar, también los anarquistas sin bandera, siglas u organización formalizada estuvieron al lado de los demás explotados auto-organizando la revuelta. Esa auto-organización de la que hablo rebaso las consigas que clamaban a la “calma”, provenientes de los diversos grupos de izquierda quienes evidentemente vieron ante sus ojos como el control se les escapo de las manos.
También algunos colectivos anarquistas sintieron lo mismo al ver que en el momento insurreccional su organización de síntesis no era la dirigente ni la representativa de nada como lo fue en el 36 o en 1910, que el caos se había generalizado y la autonomía de los explotados, excluidos y auto-excluidos había superado sus viejas consignas, sus viejos esquemas y sus eminentes y reiterados llamados a la espera y a la “debida organización”. Esto se vio confirmado con posterioridad cuando los mismos dirigentes de la Alianza Anarquista Revolucionaria adherida a la FAM negaron la participación de los ácratas en los disturbios.
El primero de Diciembre del mismo 2012 la revuelta broto. Tras los disturbios en los cuales se sabotearon diversas sedes del capital y se enfrento a la policía, fueron arrestados cientos de personas, la mayoría del aérea de izquierda y anarquista. Hubo las acostumbradas violaciones a los llamados derechos humanos y “condenas excesivas” para los detenidos. La mayoría de los detenidos fueron acusados de ataques a la paz pública, un delito del fuero común que podría alcanzar los 36 años de prisión.
En ese momento la consigna -especialmente de parte del movimiento #132- fue la derogación del delito de ataques a la paz pública por ser un delito anticonstitucional y sin fundamento jurídico. Consigna que llevó a movilizar a cientos de personas, grupos de izquierda y demás colectivos anti-sitemiscos incluyendo a algún sector anarquista. Unas semanas después, justo el día 28 de Diciembre la asamblea legislativa del Distrito Federal modificó el delito de ataques a la paz publica considerándolo como delito no grave y con posibilidad a fianza, de este modo todos los detenidos consiguieron la excarcelación pero atenidos a proceso.
Mucho se ha dicho sobre esta reforma. El #132 se vanaglorio a si mismo junto con sus seguidores, llamando a este “cambio” como un “logro” y como un triunfo del pueblo y del movimiento social. Sin embargo, aun cuando dichas movilizaciones que pedían la derogación de la ley de ataques a la paz pública, ejercieran una presión mínima, con claridad vemos que la estrategia del gobierno fue otra.
Confluyendo con todo este escenario de disturbios, molotovs, movilizaciones, detenciones y tortura contra manifestantes, se dió el cambio de gobierno en el Distrito Federal, Marcelo Ebrad dejaba el poder y su sucesor -además de ser el ex procurador de justicia capitalino- un policía de academia, el doctor Miguel Mancera es quien ocuparía el cargo de Jefe de gobierno de la capital. Ni Ebrad ni Mancera, siendo gente de la izquierda y ávidos socialdemócratas progresistas podrían salir ni entrar manchados de sangre, de desprestigio, de torturas y detenciones arbitrarias; pero tampoco de disturbios y encapuchados, armas que sus adversarios políticos ocuparían para hacerles “mala propaganda”.
Así que se reformo la ley de ataques a la paz pública, una orden que, en nuestra opinión fue de carácter político como respuesta ante la crisis del momento.
En conjunto con la decisión de reformar la ley como estrategia política para en cierto “modo” quedar bien ante los capitalinos, podemos sumar el hecho de que con esta concesión el gobierno de la ciudad apostaría a calmar los ánimos calientes de quienes protestaban, ya que tendrían otra consigna: liberar a los presos políticos. Pero no solo eso, también dentro de esos propósitos se encuentra esto de la recuperación.
Directa o indirectamente, como parte de una estrategia o por coincidencia el gobierno de la capital salió ganando al momento que la izquierda progresista, los reformistas y en especial grupos como el Yo soy #132 celebraron esta concesión como un “logro” y tomándolo como un avance en la “democracia del país”. Quizás sin querer ver que eso no fue más que un eslabón a la cadena que portan los proletarios.
El gobierno ganó, ya que al tomar esto como un logro supuso la mediación, el acuerdo y la pacificación.
El Yo soy #132 junto con el llamado “movimiento social” pasaron al silencio, a la delegación, al dialogo y al acomodo. La consigna de sacar a Peña Nieto de los pinos -aunque muy discutible desde el punto de vista de una perspectiva anárquica-, que fue la que en su momento logró unificar el descontento de los proletarios y que culminó en fuertes disturbios con vistas a ampliar “la consigna”, quedó reducida a un cumulo de peticiones y a la celebración de un día más en el calendario revolucionario.
Los grupos de izquierda se reacomodaron, cada cual tomó su parte de esa sublevación y muchas cosas volvieron a la calma. Todos felices con su miserable reforma.
Todos felices con un nuevo día para celebrar en el calendario, añorando que el año que viene se ponga igual.
Los demás recuperadores también hicieron su trabajo -incluyendo a los politiqueros de la FAM y de mas grupos de la misma línea que llamaron a la coyuntura- tratando de incluir a toda costa a los grupos disidentes en sus organizaciones, llamando a la calma y a la espera, incluyendo a los diversos sectores en lucha en los juegos del sistema, en los programas sociales, en los partidos políticos. Tachando de vándalos a los insurrectos, en especial a las individualidades anarquistas y antisistemicas que esos días participaron en dicha sublevación de carácter popular. Un trabajo bien hecho para la integración -y en cierto modo la canalización de rebeliones y nuevos brotes de violencia- que rendiría fruto ante las futuras manifestaciones las cuales fueron menos asistidas y menos descontroladas.
Pero ¿porque este trabajo recuperador?
Porque simplemente estas revueltas que en su momento gritaban la consigna única contra la toma de gobierno por parte del dinosaurio priista, rebasaron no solo las demandas y programas de dichos grupos sino que rebasaron también las propias consignas. La del primero de Diciembre no fue una revuelta contra Peña ni contra el PRI, aunque así comenzara, a posteriori tomo forma en una revuelta que rebaso en esos momentos de caos espontaneo la fase reivindicativa de siempre, la fase reivindicativa que se estanca, que es facilmente recuperable por los reformistas y partidos politicos “opositores” y que siempre es la asesina de las pasiones de vivir una vida de calidad. La revuelta de Diciembre fue la rabia unida de todos los explotados contra su misma explotación, es decir, contra este mundo y quienes lo rigen.
En un momento algunos cuestionamos la actitud de muchos anarquistas que durante los disturbios repetían con fervor las consignas antipriistas y reformistas de todos los demás, como si su participación estuviera acompañada con una falta de perspectiva y de un proyecto claro, de insurrección. No para una insurrección precisamente anarquista, porque además no lo fue, pero si un proyecto de insurrección que tendiera a incidir con claridad para que la revuelta no solo se generalizara en tanto a la violencia revolucionaria, sino que también generalizara la crítica sobre de las condiciones de explotación y muerte a una crítica más amplia y por lo tanto global. Generalización de la critica y del ataque, que no se daría ni con un programa previo establecido, ni con unas consignas bien apocalípticas -aunque si con algunas bases de partida-, sino, que se daría en el proceso mismo y espontaneo de auto-organización de todos los explotados en conjunto. Incidir es diferente a imponer. Aun así muchos compañeros los había, con las ansias de destruir el presente e incidir para generalizar el conflicto en todo su esplendor.
Participar en una revuelta popular no significa repetir a ciegas las consignas del “pueblo”, ni los programas de los movimientos sociales establecidos. Esas delegaciones de nuestra individualidad no nos interesan. Ante todo, participar en una revuelta popular es un punto de encuentro de individuos en común, es proponer una perspectiva de un mundo nuevo, de un mundo libre de toda autoridad; es crear una consigna propia junto a los demás explotados, sin seguir programas ni lideres. Participar en una revuelta popular no es martirizarse por la “causa del pueblo”, es auto-organizarse con los demás, discutir, dialogar para llegar a puntos en común. Participar en una revuelta popular es ser participes en primera persona, mas no actuar como borregos acarreados bajo esquemas ajenos; pero ante todo es incidir para que las motivaciones de la revuelta y ella misma se radicalicen.
El año 2013 fue un tiempo de tensiones en la capital del apestoso país, con la subida del metro la auto-organización de los explotados y oprimidos salió nuevamente a flote mostrando que no todo está vilmente asimilado, ni recuperado por el Estado.
Manifestaciones masivas en la calle, los bloqueos en las entradas principales del metro, sabotajes a los taquilleros, uno que otro enfrentamiento con las fuerzas del orden, un clima que olía a tensión y a pólvora. Dentro de este marco de tensión anti subida del metro, una acción contra la SCT (secretaria de comunicaciones y transportes) intentó propagar la reproducibilidad y reapropiación de los actos simples de sabotaje, una acción -como muchas más- que intentó dar su contribución a que el conflicto se generalizara de nueva cuenta. Durante estas semanas de tensión por la subida del metro, la rabia auto-organizada, pero también espontanea, de los proletarios se dió de cuenta nueva. Un ejemplo, aunque simple pero claro, fueron los cientos de sabotajes a los
taquilleros del metro y el conocido “boletazo”. Dejando en claro que el sabotaje, la acción directa, la auto-organización y autogestión de la lucha no son una exclusividad de algún grupo de especialistas, pero tampoco de politiqueros profesionales y dirigentes. Ante todo son armas que están al alcance de todos.
Lo que dío fin a estas semanas de rebelión, nuevamente fue la concesión que el GDF daria con la tarifa de exclusividad para personas vulnerables: amas de casa, estudiantes, desempleados etcetera. Logrando un acuerdo y la pacificación de las expresiones de revuelta que se dieron durante esas semanas.
Ya para concluir diría que, por otro lado nosotros hemos sido responsables que esto suceda. Hemos sido nosotros mismos y nuestras tibiezas ante el hecho de criticar con perspicacia y objetividad, pero también fuertemente y sin mediación a este tipo de organizaciones recuperadoras e izquierdistas que parece ser que juegan “a la revolución”; independientemente si trabajan con el Estado o si son independientes e incluso anarquistas. Esa falta de carácter critico es en parte lo que ha permitido el avance en la labor recuperadora e inclusiva de este tipo de organizaciones, las cuales como lo sabemos bien, con una crítica su labor no va a ceder, pero si quizás puede influir en la perspectiva que los compañeros y otras personas tenga hacia ellas, quizás puede aun revertir el clima de “aceptación” existente en torno a estas organizaciones recuperadoras de lo existente.
Del año pasado 2014 ni que decir3. Todas las protestas, acciones y disturbios por la desaparición de los 43 de Iguala, pero también por la destrucción de Estado-Capital, por la libertad, dejaron en claro que la rabia aun sigue arriba, que la pacificación social no ha alcanzados los limites deseados, que este presente año los ánimos no bajaran y por el contrario, como cada día, las condiciones están sobre la mesa.
De cualquier modo, en este clima de tensión que se suscito en la capital del país, los recuperadores por doquiera estaban e hicieron todo lo posible para apagar el fuego. Pero en contra parte con lo dicho párrafos antes yo mismo me atrevería a preguntar, pero, ¿han hecho bien su trabajo? Quizás si, pero solo de momento, en el futuro ya lo veremos.
Por un insurrecto sin aras de arrepentimiento
Mexico año 2015