Sobre motines, disturbios y otras expresiones de revuelta al interior de las cárceles mexicanas. Revista Negación #7

Quizás suela ser un poco difícil escribir algo al respecto del título de este artículo, sobre todo situando la reflexión a partir de una perspectiva anarquista. Primeramente, porque en esta parte del mundo las experiencias de lucha proyectual organizada, específicamente las que se dan entre presos y compañeros de afuera en contra la cárcel, no hay muchas. En su mayoría han sido y son actos de apoyo y solidaridad que han acompañado las luchas o reivindicaciones de algunos presos anarquistas, indígenas insurgentes, libertarios, etcétera, recluidos en cárceles mexicanas. Actos solidarios de gran importancia sin duda alguna, pero no bastos para proyectar una lucha puntual contra la cárcel. En segunda, porque para hablar sobre motines y disturbios en las cárceles para situarlo en una perspectiva de conflicto e insurreccional, necesitamos de la vivencia cotidiana de quienes están ahí recluidos, para que en conjunto y mediante un eje teórico, podamos situar los actos fuera de discursos victimistas o buenistas; discursos propios de quienes quieren reformar el mundo y las cárceles.

De cualquier modo, algunas palabras salen a flote, sobre todo si partimos de la idea de que la conflictualidad anarquista se debe de encontrar en el camino con la conflictualidad social, no debería ser tan difícil el cernir un análisis que vincule una con la otra. Pero para hacer un análisis así y poder llegar a comprender las expresiones de enojo o revuelta de los presos como participes de una conflictualidad social emergente, también debemos de cortar de tajo con esa idea rancia de lo políticamente correcto, una pésima práctica que de antemano nubla la visión; paralelamente a esto, no debemos de alejarnos de nuestras perspectivas como anarquistas que somos, principalmente para no perder el camino.

Las cárceles mexicanas como muchas otras, a lo largo de la historia y de tiempos pasados más apegados a este presente siempre han estado llenas de subversivos, de gente pobre, de “culpables” de haber nacido y crecido en los barrios periféricos, en comunidades en resistencia, en un mundo que no es el nuestro. Si bien, las mismas prisiones han tenido dentro de sus muros a algún que otro político o empresario, sabemos bien que estos pequeños gestos del poder no son más que otra arista de su forma de hacer política, simulando la neutralidad de la justicia frente a la procedencia y las motivaciones de los delincuentes.

Revolucionarios han entrado y salido de las cárceles mexicanas, subversivos de todo tipo han pasado por los calabozos del poder; prisiones militares y clandestinas han sido el cruel asilo de quienes se rebelan ante este mundo. Las cárceles: el asilo de los irreductibles. Pero así mismo, han sido y siguen siendo el asilo de los explotados y oprimidos de todas partes.

Resumir todos esos años de luchas y practicas subversivas al interior de las cárceles para analizarlas en un breve artículo no es posible, sobre todo porque las experiencias cuentan que no solo han sido los revolucionarios quienes se han amotinado contra la cárcel y su mundo, sino que quienes no entran en el absurdísimo tópico de “presos políticos” son quienes también recurren a prácticas que subvierten el orden existente dentro de las cárceles, aunque sea por momentos o en un corto lapso de tiempo. Muchas veces sus motivaciones no son del todo proyectuales a nuestras luchas, aun así, las buscamos entender como parte de la conflictualidad existente dentro de las mazmorras del poder, como una respuesta ante la opresión; otras veces sus motivaciones son descartadas de tajo sin un mínimo análisis de los porqués, aunque esas experiencias siempre tengan mucho que decir.

¡Atención!, aquí estamos hablando de los presos a los que se les suele llamar “comunes”, más no hacemos referencia a grupos o presos ideologizados y reformistas que a priori, ya tenían un pliego de peticiones para reformar la cárcel y que de una u otra forma siempre los buscan realizar valiéndose muchas veces de las luchas de los presos “comunes”.

Para comenzar, diremos que nosotros en definitiva vemos lo anterior como una gran limitante que tenemos que superar al momento de voltear a ver las luchas de los presos, de manera que aprendamos a separar en absoluto el antagonismo y las expresiones de revuelta al interior de las cárceles de las labores de los grupos reivindicativos izquierdistas que en ocasiones les brindan apoyo, el cual, tal vez está de más decirlo, va dirigido a pacificar sus conflictos más que a contribuir a que se propaguen. En ocasiones, puede que las luchas de los presos y el activismo asistencialista sean uno solo, pero en la mayoría de los casos no se mezclan en absoluto y un análisis erróneo desecha a uno por el otro, o bien, pensaremos que unos hablan por los otros.

En febrero de este año 2015, más de mil presos de la cárcel de máxima seguridad del Altiplano situada en Almoloya Estado de México (CEFERESO N1), iniciaron una huelga de hambre que buscó exponer algunas de las condiciones en las que viven los presos: condiciones insalubres, comida podrida, mala atención medica, el no respeto a los horarios de visita familiar, entre otras. Como de costumbre, las autoridades del penal intentaron callar el hecho que luego se hizo evidente ante las protestas de familiares de los presos, que reunidas al exterior de la cárcel intentando entrar a visita, confirmaron la protesta multitudinaria de los presos. En días posteriores, 139 presos firmaron una denuncia sobre las mismas carencias. La organización de una protesta como esta en una cárcel de máxima seguridad, necesita de premeditación y determinación.

En este caso, hay un hecho en particular que es importante señalar. El amotinamiento de los presos del Altiplano fue totalmente desvirtuado ante la insistencia en señalar al Chapo Guzmán y a otros narcotraficantes como los promotores e instigadores de dicha huelga. Gracias a medios de comunicación del Estado, pero también a algunos medios progresistas como la revista Proceso, la demanda de los presos y su acto paso a segundo plano, pues lo importante para los medios fue la participación de los grandes capos del narco y el mayor enfoque fue en señalar las carencias en la seguridad del penal que dieron pie a que “peligrosos” narcotraficantes como el Chapo Guzmán “organizaran” huelgas de hambre y protestas en la cárcel. Por desgracia, el amarillismo con que se hizo eco la nota llegó a otros ambientes, como el libertario, reproduciendo vilmente las palabras de los massmedia.

Los penales en el Distrito Federal no se quedan atrás, tan solo en el reclusorio oriente y sur las huelgas de hambre y los motines están a la orden del día. En muchas ocasiones son reivindicaciones consientes las que han surgido de presos y que les han llevado a realizar huelgas de hambre individuales o colectivas, mismas que han sido reprimidas con violencia por los custodios de dichas cárceles. Otras veces, el impedimento del ingreso de droga a las cárceles ha sido el motivo de disturbios.

El 25 de agosto de 2005 elementos del Grupo Fuerza de Tarea y del Cuerpo de Granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) local, ingresaron al Reclusorio Sur para liberar a cuatro custodios retenidos por “seis internos”. Como siempre, vemos a los representantes del poder minimizando actos que le son incómodos.

Durante el mes de Mayo del 2009 en el reclusorio Sur de la Ciudad de México, presos realizaron cinco amotinamientos en contra de las medidas que restringieron la entrada de sus visitas debido al brote de influencia. El 19 de Mayo desde las siete de la mañana, los presos comenzaron las protestas en los dormitorios 3, 4, 6, 7 y algunos anexos del reclusorio con el incendio de camas, colchones, refrigeradores expendedores de refrescos y una caseta de vigilancia. También dañaron dos cámaras de seguridad y saquearon la tienda de abarrotes que está al interior de la cárcel. Los motines se extendieron hacia los reclusorios Norte, Oriente y hasta el Centro Femenil de Santa Marta.

El grupo táctico Tiburón y el grupo especial de reacción e intervención lanzaron desde las azoteas gases lacrimógenos y valiéndose además de balas de goma y perros adiestrados, sometieron a “cincuenta presos”. El saldo fue de dieciocho presos lesionados, dos de ellos pasaron al hospital ya que uno perdió parte de un dedo y otro fue lesionado en el ojo.

El 21 de marzo del 2013 nuevamente los presos del penal Neza-bordo ubicado en ciudad Nezahualcóyotl se amotinaron. Llamadas de los presos a sus familiares confirmaron que presos de varios dormitorios realizaron disturbios para protestar ante los tratos a los que son sometidos por los custodios. El penal de Neza-bordo es una cárcel en la cual de manera cotidiana los presos se amotinan.
Por lo general, estos motines son tratados por los medios de comunicación como simples riñas, cuando en muchos casos se ha llegado hasta el asesinato de custodios en plenas protestas por los malos tratos y la carencia de comida, entre otros “servicios”.

Tampoco podemos dejar de mencionar la huelga de hambre que algunos compañeros anarquistas y libertarios presos realizaron en conjunto el pasado octubre del 2014 en el Distrito Federal y todas las huelgas que otros compañeros han realizado; así como las intervenciones de otras compañeras, que aún tras las reivindicaciones (individual o colectiva) son también momentos de subversión del orden existente encaminados a la ruptura y la destrucción de las prisiones.

En estos días algunos libertarios en conjunto con presos llamados “comunes” están realizando una nueva huelga de hambre. Esta huelga colectiva es parte de las relaciones gestadas entre los compañeros libertarios que animan la publicación “el canero”, distribuida en la prisión, y otros presos. En conjunto formaron una coordinadora de presos con la finalidad de incentivar su trabajo al interior de las prisiones.

Es difícil muchas veces el precisar cuántos motines y huelgas de hambre hay en las cárceles mexicanas, muchas de estas expresiones son simplemente silenciadas o tratadas al interior de los muros. Es pues, una guerra interna que no se quiere que salga a la luz internacional, por eso, las expresiones de revuelta de los presos y su consecuente represión son silenciadas y en pocos casos apenas llegan a oídos nuestros, ya sea por medio de los familiares o por medio de compañeros recluidos en las cárceles. Los motivos de ese silencio también varían, y muchas veces son los mismos internos que trabajan para las mafias quienes evitan que las expresiones de revuelta se propaguen, mientras que en algunas otras son ellos quienes promueven algunos motines. En otras ocasiones, son los chivatos de los custodios quienes dan el aviso y se controlan antes que broten, tal cual sucede aquí “afuera”.

Bastan pocos ejemplos para expresarnos, ya que si hablamos de “la cárcel y su mundo” (que para nosotros esto significa la relación definitiva que hay entre la cárcel y la sociedad-cárcel), debemos comprender que las expresiones de enojo y revuelta de los presos en las cárceles, así como algunas luchas que han llevado a cabo y algunas de sus motivaciones, no son del todo diferentes que las nuestras. En tanto a perspectiva, quizás lo son, tomando en cuenta que en las prisiones pocas son las perspectivas radicales que han llegado a intervenir en la vida carcelaria, aunado a mil y un razones más que hacen que muchos presos sean pasivos, acepten y no reaccionen; aún así son una respuesta ante la opresión tal cual pasa aquí afuera, aunque quizás siempre falta un proyecto y una proyectualidad, que en comparación, nosotros tenemos más o menos definida.

Mientras que por otro lado, dentro de las limitantes que evitan de una u otra manera cualquier tipo de radicalización, se sitúan también las invitaciones al diálogo y a la pasividad que grupos ONG, religiosos o izquierdistas realizan al interior de las mismas prisiones, quienes arriban con sus reformas y sus caridades y sofocan cualquier peldaño que intente ir más lejos, o bien, invitan a los presos a “luchar” atendiendo la propia agenda de esos grupos de reformadores y recuperadores.

Pero ante todo, quienes se encuentran encerrados tras los muros hacinados en celdas de castigo, en una jaula, golpeados y privados de todo placer, tienen la necesidad de amotinamiento. Tal cual nosotros aquí “afuera”, en estas grandes cárceles a las que llamamos ciudades, cotidianamente tenemos una necesidad de amotinarnos y recuperar nuestras vidas, de arrancarlas sin diálogo ni mediación al poder.

El mundo dentro de las prisiones no es tan diferente al nuestro aquí “afuera”, pues también se encuentran los resignados, los defensores de lo existente y sus falsos críticos; pero a la par, también están quienes no se resignan y tienden a ir un poco más lejos, llevando el fermento de la libertad dentro de sí, y es con esos individuos -muchos o pocos- y sus conflictos con quienes debemos siempre buscar la confluencia a modo de no hacer de la lucha contra la cárcel una lucha reivindicativa aislada del antagonismo y el conflicto al interior de los muros, sino un intercambio de experiencias para llevar una lucha práctica y una real solidaridad revolucionaria con quienes viven el infierno dentro del infierno.

Al principio de este texto hacemos referencia a que necesitamos cernir un análisis que ligue nuestro conflicto con el de los presos en las cárceles. El análisis tampoco es largo, ni se necesitan demasiados elementos técnicos. Basta con entender esos “dos mundos” para terminar comprendiendo que son uno mismo, y que por lo tanto, el conflicto y las luchas de los presos son un conflicto con la cárcel misma y deberían de ir acompañados de nuestros actos de rebelión, ya que ambos pueden estar encaminados en el punto culmine del caos por la destrucción de lo que inmediatamente nos oprime, o bien, en la ruptura con aquello que nos destruye la vida. Parte de esta confluencia está en crear lazos con otros rebeldes, crear relaciones que contribuyan a proponer una perspectiva diferente en la cual se pueden encaminar sus actos de conflicto, o como lo diría el viejo, de pasar del disturbio irracional a la insurrección generalizada y consiente.

La cuestión y la clave están en saber bajo qué perspectiva entender esos brotes del conflicto de los presos, que más que aislados son cotidianos, y desde nuestra insurrección individual, acompañarlos en la revuelta misma mientras nos encontremos afines a ellos. Por un lado, evitando en todo momento el caer en idealizaciones vagas, como la idealización del enésimo sujeto revolucionario, del preso víctima, del ilegalista, o bien, apoyar sus luchas con la venda de lo cuantitativo en los ojos; por otro lado, evitando tirar por la borda todo acto de rebeldía y rebelión de los presos tachándolos sin más de mero reformismo, pero siempre teniendo en claro que nuestro actuar no se limita al de ellos y que no podemos estar esperanzados o atenidos a nada, pues ante todo, tenemos también nuestras propias pasiones individuales.

“Digámoslo sin titubear: los revoltosos, los proletarios rabiosos se mueven sobre todo a partir de situaciones concretas, a partir de un enojo generalizado. En los momentos más conflictivos se sitúan, por así decirlo, en lo negativo frente a la realidad que les envuelve. Esta negatividad que se encuentra en una dialéctica con la realidad vivida, ha tenido siempre dificultades para desligarse de las cadenas de la realidad a la que se opone. A menudo es por eso, más que por profundo reformismo, que las revueltas de los oprimidos se encuentran, después de un cierto tiempo, en un callejón sin salida donde falta la fuerza para intentar el saldo cualitativo de un mundo completamente diferente…”

Por ultimo, nos gustaría hacer mención de una publicación que nació al interior del Reclusorio Norte y que se distribuye entre los presos, la publicación de carácter antiautoritario que se llama “el canero”. Independientemente de que no compartimos la perspectiva bajo la cual está situada la publicación, para nosotros es también el ejemplo de una de las contribuciones de las cuales hablamos, para subvertir las relaciones al interior de las cárceles y crear espacios de conflicto y afinidad con los demás presos, espacios que comiencen a abrir puertas. Sabemos lo difícil que es llegar a un punto de confluencia, sobre todo en el submundo de la prisión donde cuando el espacio “vital” se reduce, el control aumenta. Pero ahí adentro como aquí afuera siempre existe una posibilidad.

Las cárceles y la sociedad se complementan entre sí, se terminan uniendo y siendo una sola cosa: un instrumento de dominación y control. Por lo tanto, las luchas y los conflictos de los presos no deberíamos aislarlas, mucho menos bajo la ideología militante, porque en muchos casos forman parte de la conflictualidad con la cual se ligan nuestros actos.

Por una propuesta y una práctica de ataque cotidiano e informal.

México
Octubre-Noviembre 2015

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