La gentrificación y los megaproyectos en el Distrito Federal: un proyecto de dominación y control social, Mexico

Actualmente en la ciudad de la vanguardia, en el Distrito Federal, Ciudad de México, o como quiera que la social democracia desee llamarle a este monstruo gris y sofocante, el gobierno está promoviendo aceleradamente proyectos de gentrificación, así como megaproyectos urbanísticos con el  “aparente” motivo del bienestar social, pero también el de hacer de ésta, una ciudad de vanguardia. Miguel Mancera, actual gobernador de la CDMX, solamente está continuando con los proyectos de urbanización y gentrificación llevados a cabo por el anterior jefe de gobierno Marcelo Ebrard, el cual también es continuador de una urbanización que viene inclusive desde tiempos ancestrales. La ciudad de la vanguardia, como osaba de llamarle el perredista Marcelo a la ahora CDMX, con estas dos administraciones ha experimentado aceleradísimas transformaciones en materia de urbanización que atienden a algunas cosas como: beneficio a los empresarios, embellecer la ciudad, subir la calidad de vida y el inminente control social. Al mismo tiempo que tienen drásticas consecuencias como: destrucción de la naturaleza (entiéndase por esto flora y fauna), desplazamiento de personas autóctonas de barrios populares hacia las periferias, encarecimiento de la vivienda, explotación del suelo y de los mal llamados “recursos naturales”. Todo en su conjunto llamado gentrificación y proyectos urbanísticos.

Los tiempos antaños

El Anáhuac1 hunde sus raíces en más de tres mil años de actividad humana, y aunque los Aztecas no fueron los primeros en habitar esa cuenca, sí realizaron grandes intervenciones sobre el medio natural. Desde el siglo XIV el agua fue transportada por un acueducto desde Chapultepec. Más tarde, con la construcción del dique de Nezahualcóyotl, los Tenochas y los Texcocanos lograron contener las aguas saladas en lo profundo del lago de Texcoco y así desarrollar la agricultura en el islote de Tenochtitlan. A fin de controlar el territorio azteca, el proyecto colonial iniciado a partir de 1521 absorbió la estructura política  establecida por el linaje de Moctezuma. Así los pueblos que habitaron la región durante el periodo prehispánico se mantuvieron como cabeceras municipales durante el periodo colonial, y muchos lo siguen siendo hasta la fecha. Esto es importante, ya que la urbanización no se realiza al azar sino que avanzó (y avanza) sobre antiguos centros de población. En 1607 se cavó el Tajo de Nochistongo, con el cual se quiso evitar que los escurrimientos de la Marquesa llegaran a Zumpango, desviando las aguas hacia la cuenca del río Tula. Este fue el primer trasvase realizado en México, el cual trajo consigo consecuencias catastróficas: miles de muertes a causa del trabajo esclavo en la obra, destrucción de la naturaleza, y para colmo, veintidós años después la ciudad fue golpeada por la peor inundación de su historia. Finalmente a partir de la dictadura porfirista, se pasó de una lógica de contención a una lógica de expulsión por medio del Gran Canal que filtró al Lago de Texcoco hacia el río Moctezuma, y en este mismo sentido, en los años setenta, se realizó el Túnel Emisor para expulsar las aguas negras hacia el norte.

Ahora, en el siglo XXI, donde antes había un gran lago ahora se encuentran las llamadas ciudades miseria más grande del mundo, conformada por las colonias de Ciudad Nezahualcóyotl, Iztapalapa, Chimalhuacán y Chalco.

Desde los años ochenta, la Ciudad de México (entendiendo por ésta denominación tanto al DF como a la parte urbanizada del Valle de México que le rodea) es vista en el imaginario colectivo como la más poblada y la más caótica. Los procesos de reestructuración en la Ciudad de México desde esos años se caracterizan por una gestión urbana pro empresarialista. Estos procesos han conducido a la gentrificación siguiendo diversas formas de ocupación y promociones inmobiliarias con distintas intensidades. Toda esta reestructuración ha sido apoyada en por la gestión urbana empresarial, la cual ha facilitado la realización de megaproyectos inmobiliarios -pues tan solo basta con mencionar que entre 1999 y 2011 se construyeron 560 mil casas gallineros2 a cargo de las empresas Geo, Sadasi o Urbi-,  la rehabilitación de barrios urbanos, la fragmentación del tejido social y el desplazamiento de población residente y de algunas actividades tradicionales de aquellos barrios.

Pero, ¿qué es la gentrificación y por qué?

La gentrificación es un proceso que comienza con la poca o nula inversión pública, siendo de capital privado y con una degradación de los servicios: hay una estigmatización sobre las condiciones de la zona, señalando puntualmente la marginación y la criminalidad. Acto seguido comienza la especulación sobre el terreno y los grupos inmobiliarios lo adquieren al por mayor, pues debido a esas características el costo del suelo en colonias y barrios populares es barato. Posterior a la construcción de zonas habitacionales con sus respectivos servicios, el precio de la zona comienza a subir volviéndose casi imposible el vivir en la zona debido a lo caro de la renta del piso. La última opción para la población originaria es irse de ahí, moverse a las periferias (o a lugares con menor costo) poblando aún más las pocas áreas naturales o los cerros que aún quedan, expandiendo la urbe a zonas vitalicias. Una manera de acelerar la gentrificación es evitando que la gente, al no tener casa o dinero para pagar una renta, se una a los grupos paragubernamentales como la “Asamblea de Barrios” quienes ocupan los espacios vacíos de manera simbólica colgando letreros en los cuales se adjudican ellos mismos la propiedad; mientras que en otras ocasiones cuando alguien ocupa un inmueble, es la misma “Asamblea de Barrios” quien les desaloja con violencia, aunque en muchas ocasiones son apoyados por los granaderos (antidisturbios). Estos desalojos son ya comunes en la Ciudad de México y no solo están dirigidos contra quienes ocupan, también tocan a quienes “no pagan”.

La gentrificación podríamos situarla bajo los siguientes ejes:

  • La gentrificación simbólica, vinculada con la inversión privada para la conservación de centros y barrios históricos promovidos para la entretención y el consumo cultural; la reubicación del comercio informal que ocupa las calles y plazas públicas (y que según la concepción de Ebrard, hace ver fea la ciudad), las políticas contra la violencia y la “inseguridad” y el fomento del turismo. En este caso podríamos mencionar brevemente al barrio popular de Xochimilco donde durante el año pasado (2015) el municipio removió al comercio informal (que no deja demasiadas ganancias o impuestos para el gobierno) de la zona centro, de alrededor del mercado municipal, así como intentó prohibir el acceso de microbuses a la zona centro; acciones que derivaron en breves enfrentamientos con los granaderos, en la ocupación policial y en bloqueos por parte de los transportistas. Actualmente se pretende edificar un Wal-Mart en ese mismo barrio, lo cual ya comienza a encontrar “inconformidades”. Por último, es importante señalar que el [ahora] municipio, jugando bien su papel, pone a unos vecinos o mercaderes contra otros, y ha recurrido a la recuperación de las protestas a modo de mediatizar cualquier brote de conflicto mayor.
  • La gentrificación en zonas de uso productivo y su reconversión conducida por el mercado inmobiliario en las áreas urbanas centrales o periféricas.
  • Las transformaciones urbanas aceleradas durante la gestión del GDMX en torno a la creación de nuevas centralidades para la valorización de espacios urbanos donde es posible la apropiación de rentas potenciales, así mismo para garantizar encadenamientos productivos, y con ello, la fijación de capitales corporativos en la Ciudad de México como espacio de poder y consumo.

La gentrificación es, como se dice popularmente, “plan con maña”, ya que entre más movilizada esté la gente, es decir, hasta los barrios periféricos, más necesidades tienen de movilidad rápida y eficaz para llegar hasta sus trabajos, a sus escuelas, a la casa de sus novios o novias o para ir a los centros de “recreación” establecidos por el mismo capital. Es en este punto donde entran más inversiones para transporte privado como trenes suburbanos, metro, mexibus y metro bus, entre otros. Esto evidentemente significa consecuencias como explotación, destrucción de la naturaleza, más desplazamientos, etc.

Los desarrollos inmobiliarios en la ciudad de México  se ubican en el circuito superior de la capital, porque responden a los intereses de capitales trasnacionalizados, los cuales buscan los más altos rendimientos en los lugares propicios para extraer valor, incluyendo aquellos de las periferias del sistema. Esto genera el incremento de las rentas del suelo capitalizadas y los grupos locales pueden verse beneficiados, pero estos son generalmente los de más alta renta per cápita. La elevación de las rentas diferenciales con las nuevas inversiones, propicia la reproducción de profundos contrastes y polarización social con formas de fragmentación del tejido social en las ciudades de América Latina donde se trastoca la segregación residencial, de clase y étnica y donde se gestan movimientos sociales urbanos.

En el actual contexto de reestructuración de la CDMX (y en cierto modo del Valle de México), la gentrificación forma parte de los procesos de esa reestructuración urbana cíclica a partir del interés de inversionistas inmobiliarios en colusión con el Gobierno, en invertir en los antiguos barrios para hacerlos barrios modelo y exclusivos. Estos proyectos se insertan en el urbanismo empresarial cuya gestión urbana pública y público-privada favorece a los intereses del mercado, como ocurre en otras ciudades del mundo. La gentrificación se unifica y se complementa con los megaproyectos, propiciando así la destrucción tanto de la naturaleza, como de puntos de encuentro que aún en la selva gris pueden generar relaciones de hostilidad al sistema. Privatizando los llamados “espacios públicos” es como se pretende también paralizar a esa hostilidad que va envenenando los centros comerciales de las ciudades, como es el caso de manifestaciones, disturbios, plantones, e incluso la delincuencia común.

Concretamente en la CDMX existen tres procesos de gentrificación:

  • La rehabilitación de una buena parte del Centro Histórico de la Ciudad de México se asocia con la intensa participación del Estado y de grandes inversionistas privados en una fusión prácticamente indisoluble, aprovechando ideológicamente la valorización simbólica muy arraigada en la sociedad mexicana, lo que correspondería a lo identificado como gentrificación simbólica.
  • La revitalización de los barrios históricos en las colonias Roma, Condesa e Hipódromo Condesa como un proceso de reactivación comercial, una gentrificación conducida por el mercado inmobiliario para el consumo. En este punto se puede añadir a los ZOES de los cuales más adelante hablaré.
  • Y finalmente, la gentrificación más clásica, derivada de la cuantiosa inversión, el desplazamiento social violento y el interés en la modernización capitalista que corresponde a Santa Fe un centro corporativo, y con desplazamiento indirecto el barrio denominado por Slim y otros desarrolladores “Nuevo Polanco” con grandes proyectos de servicios productivos, comerciales y residenciales para la ciudad global.

Y un sin número de megaproyectos urbanísticos que complementan a la gentrificación, ambos también tomados como un instrumento de control  social y dominación: supresión de la libertad, control de la vida, destrucción de la naturaleza, hacinamiento en los barrios periféricos como método para proteger los centros del Capital, expansión de la ciudad a zonas aún naturales.

Los ZODES, la Ciudad Futura,  un ejemplo de gentrificación

Ejemplo de la gentrificación es la colonia Juárez y el mercado de la Merced; pero también lo son las demás ZODES que buscan asentarse en Chapultepec bajo el nombre de Corredor Cultural-Creativo; la llamada Ciudad Administrativa en la colonia doctores (una ciudad policial); en la delegación Cuauhtémoc con la Ciudad Verde y la Ciudad de la Salud en los Pedregales.

Los ZODES son los llamados Zonas de Desarrollo Económico y Social, que están presentados bajo el nombre de Ciudad Futura. El proyecto inmobiliario estará a cargo de la empresa paraestatal de la CDMX “Calidad de vida, Progreso y Desarrollo para la Ciudad de México”, hoy llamada ProCdMX, “Agencia de Promoción de Inversiones y Desarrollo para la Ciudad de México”; empresa privada a la que el Gobierno de la CDMX da las preferencias y de la cual el director general es el empresario Simón Levy-Dabbah. La ZODES Ciudad Futura comprende un polígono de 528 hectáreas que van desde el Estadio Azteca hasta la Ciudad Universitaria (de oriente a poniente), y desde la Planta de Asfalto hasta el Parque Huayamilpas (de sur a norte). En esta zona el proyecto urbanístico planea transformar la Planta de Asfalto en un complejo desarrollo habitacional de máximo treinta y siete niveles de alto. Otro cambio es modificar el uso de suelo en la zona de habitacional comercial a habitacional mixto. Por último se proyecta también la construcción de los CETRAM (Centros de Transferencia Multimodal) que serán enormes plazas comerciales y que a su vez serán paraderos de diferentes rutas de transporte, esto en las estaciones Universidad y Huipulco -algo parecido al paradero del metro Rosario. Mientras que los pocos parques, como el parque Huayamilpas que tiene una historia ancestral, serán convertidos en parques urbanos, áreas asfaltadas con diseños modernos  y atractivos, con la capacidad de construir edificios; en el caso particular del parque Huayamilpas se planea que sea abierto, con capacidad de construcción de hasta tres niveles.

Sobre la oposición a los planes de gentrificación y algunos megaproyectos urbanísticos

Desgraciadamente las experiencia de lucha que hasta el momento hay en contra de los proyectos de gentrificación y otros urbanísticos se ha mantenido como una respuesta meramente ciudadanista, la cual en muchos casos ya ha sido recuperada por el sistema, y otras más que aún puede serlo. Dentro de estas protestas ciudadanas, también está claro que hay quienes pasan los “limites” impuestos tanto por el sistema como por las mismas organizaciones. Bloqueos de avenidas incluso con barricadas, algunos enfrentamientos con las fuerzas del orden, agitación en contra de esos proyectos del poder, por mencionar solo algunos, se inscriben dentro de la serie de hostilidades ante las realizaciones del GdCDMX en conjunto con empresarios. Pero en muchos casos, aun cuando estos brotes de protesta y rebelión sean radicales en su forma, en su contenido siguen manteniendo las demandas puramente ciudadanistas, sin ninguna intención de ir más lejos. En comparación con una lucha contra la cárcel o los brotes de rebelión de los presos (motines, disturbios, homicidios de custodios, fugas), estos brotes de inconformidad, al no tener una perspectiva de fondo más o menos clara, son punto fácil para una posible recuperación por parte del sistema; mediante acuerdos y mediaciones duraderas, se sofoca la lucha y la posible propagación de actos radicales de protesta.

Pocas son las luchas contra realizaciones del poder que en el territorio nacional se mantienen fuera o al margen de cualquier intermediación, diálogo o mediación directa o indirecta con las instituciones del Estado. En su gran mayoría las luchas con estas características no avanzan en su sentido práctico-teórico puesto que su único cometido es parcial, más no total. Y porque los medios utilizados son recuperables por el sistema, ya que muchas veces la única respuesta (resistencia) que hay está adscrita a lo legal, a lo que ellos conciben como lucha “legítima”, y a la desobediencia civil; pero aun usando métodos radicales, como ya lo he explicado, la cuestión radica en un problema de fondo y de perspectiva: pedir más trabajo, mantener las ciudades intactas, inseguridad y cuestiones de diferencias políticas inclusive entre partidos políticos.

Dejando al margen la cuestión economicista, la crítica y la lucha son contra el poder

Nosotros pensamos que para ejercer una crítica y una acción que ataque a estas (y otras) realizaciones del poder, mismas que nos asfixian la existencia, la vida y destruyen el entorno donde habitamos, debemos partir desde puntos que estén fuera del discurso y acción (recuperada y recuperable) del ciudadanismo, que es el declive de algunos movimientos sociales e izquierdistas;  es más, debemos de partir desde puntos críticos a él, desde puntos radicalmente contrarios a la lógica recuperadora del ciudadanismo: peticiones, recolecta de firmas, escritos dirigidos a instancias de gobiernos, asistencia legal, etcétera.

La crítica y la lucha que como anarquistas opuestos a toda realización del poder debemos mantener la alejamos de todo tipo de argumento economicista y ciudadanista. Mostrar una realidad existente en nuestro entorno no nos hace apegarnos a un ciudadanismo por el cual muchos activistas apelan, pues nuestra lucha no es por mantener las ciudades y barrios populares intactos ante el ataque del capital mediante la gentrificación y los megaproyectos, sino que es subvertir los roles sociales, subvertir la realidad y las relaciones, atacar para subvertir desde puntos los cuales nos afectan a muchos, puntos en común a partir de los cuales propagar la insurrección por la anarquía, por la destrucción del poder. Estos puntos en común pueden derivar en luchas específicas (proyectos insurreccionales)  donde se lleve a la práctica los principios de la autoorganización,  la conflictualidad permanente, la autogestión y el ataque. O bien, pueden derivar en directas e inmediatas expresiones de revuelta que den paso a una subversión generalizada bajo una perspectiva antiautoritaria.

Pero esta subversión de la que hablamos no sería posible sin llevar a la práctica el sabotaje en toda su extensión, por ejemplo, atacando sus maquinarias de construcción con medios de fácil elaboración para que este se propague, atacando a las empresas que hacen posible los megaproyectos; así como también  procurando la autoorganización y el conflicto.

La gentrificación además de seguir propiciando la destrucción del lugar en donde habitamos  es un método más mediante el cual el sistema se vale para el control social y la dominación, y como tal, debe de ser criticada y atacada, para un presente y un futuro de libertad.

Revista anarquista Negacion #8 Mexico Septiembre 2016

Notas:

1
1       Anáhuac significa “lo situado entre las aguas” y es el nombre que se dio a la gran laguna que estuvo situada en lo que conocemos como Chalco, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y una parte de Iztapalapa; barrios situados al oriente de la gran urbe.

2
2       Casas de interés social, tan pequeñas que apenas si cabe una familia de 3 integrantes, teniendo cierta semejanza a las rejas donde se aloja a las gallinas.

 

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